Un poco de mí...

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SOY UN CONJUNTO DE QUEJAS, SINCERA Y GRITONA, ME ENCANTA SOÑAR, ESCRIBIR, VOLAR, RESPIRAR, LUCHAR, AMAR...ESTOY ENAMORADA DE LAS RISAS, VIVO A TODA HOSTIA PORQUE ME DA MIEDO DARME CUENTA DE LA REALIDAD... PERO A PESAR DE ESO, LA VIDA ME JUEGA MALAS PASADAS. ODIO EL PASO DEL TIEMPO Y QUE LA GENTE LLORE. ME ENCANTA SONREÍR, EL CHOCOLATE CON CHURROS, EL CAFÉ CON LECHE, LAS PIPAS, LOS PASEOS POR LA PLAYA UN DÍA DE INVIERNO, LA FOTOGRAFÍA Y PLASMAR A TRAVÉS DE LAS TECLAS DE MI ORDENADOR, TODO LO QUE HAY EN MI.

jueves, 29 de septiembre de 2011

I


Mientras las manos de aquel desagradable personaje se introducían de forma brusca bajo la falda de Grace, ella cerraba con fuerza sus ojos y apretaba los puños. No podía moverse, estaba atada de pies y manos en el asiento trasero de un coche y carecía de cualquier tipo de libertad. Su cuerpo, estaba siendo un objeto sexual y su dignidad era pisoteada. Las lágrimas caían lentamente por las mejillas de aquella pequeña joven que lo estaba perdiendo todo en un jodido polvo indeseado.


 Él, impasible al llanto de esa pobre criatura, no dejaba de manosearla y utilizarla para satisfacer sus más oscuros deseos, como siempre.

 Grace ya no decía nada, se dejaba llevar y pensaba que tal vez algún día, todo terminaría. Pero las horas y la vida seguían pasando y esa agonía no tenía intención de acabar. De todos modos, ella ya estaba acostumbrada a ser ese trapo viejo y sucio; estaba acostumbrada a que la penetrase salvajemente, y a que fumase sobre su corazón, la quemase por dentro y luego intentase curarla pasando su asquerosa lengua entre sus pechos, entre sus piernas.

  Era consciente de que podía tener una vida mejor, de que los golpes y los abrazos de después podían convertirse en cenizas, pero también era consciente de que así, al menos podía sentirse menos sola, ya que de una manera u otra, alguien la esperaba en casa cada noche, para lo que fuese, pero la esperaba.

-¡Eres una puta! le dijo a Grace mientras la obligaba a cabalgar sobre él,

Esas palabras hicieron que ella volviese al pasado y recordase cada insulto y cada interrogatorio innecesario seguido de una paliza.

Una vez acabada la faena y con su Ducado en la boca, Adam dijo:

-Muñeca, hoy no has estado a la altura, ¿qué pasa? ¿te estás follando a otro?

-No, Adam, no empieces de nuevo, sabes que no es así, que tú eres el único... – dijo Grace con un nudo en la garganta.

Él lo sabía, sabía que Grace no se veía con nadie más, pero le encantaba ver el miedo en sus ojos, le encantaba escucharla tartamudear y prepararse para lo que venía después.


-No me mientas, dijo gritando y apagando las cenizas del cigarro sobre su ombligo, sé perfectamente que eres una puta que folla con cualquiera, pero no te preocupes, Grace, que ya estoy yo para encargarme de que sólo seas una guarra conmigo.


 Adam sacó una pistola de la guantera del coche, y una sonrisa malvada apareció en su rostro. Grace se temía lo peor; las gotas de sudor comenzaban en su frente y morían en sus labios. Verla nerviosa lo motivaba todavía más así que encendió un nuevo cigarro, le dio un par de caladas y se giró hacia ella. Con la pistola en la mano derecha, la cogió por el pelo y la forzó a que lo besase, y fue descendiendo por su cuerpo hasta llegar al bajo vientre, le abrió las piernas bruscamente y empezó a rozarla con la empuñadura del arma, poco a poco haciéndola suya de nuevo.

-Te gusta, eh... esto no te lo hacen tus amantes, ¿verdad?, dijo susurrando mientras continuaba con la pistola entre sus piernas.


Grace tenía demasiado miedo en su interior. Lo único que quería era acabar con todo eso lo más rápido posible, por lo que empezó a fingir placer y desenfreno, justamente lo que Adam quería, por lo que le folló cada parte de su cuerpo y cuando terminó dijo:


-Cariño, me voy a trabajar, nos vemos esta noche en casa, recuerda que te amo, princesa.

Cuando vio que Adam se alejaba y desaparecía, ella comenzó a llorar, tenía el pecho encogido y los latidos de su corazón iban cada vez más rápidos, no sabía que hacer; no se daba cuenta de lo poco que hacía falta para convertir su prisión, en un lugar algo menos triste y aterrador.



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